Daniel es un artista emergente cuyas ambiciones han provocado la desestabilización de su matrimonio. El ambiente empeora cuando un solitario y enfermo millonario llamado Werner compra una de sus piezas y le propone embarcarse en un nuevo proyecto personal. No es un trabajo convencional, consiste en grabar unas imágenes. Daniel sabe que el video no es su punto fuerte, él se dedica a pintar cuadros, pero no puede rechazar la gran suma de dinero que le promete el anciano. A medida que le pide nuevos encargos, a cada cual más extravagantes, el pintor comienza a desentrañar su verdadero propósito, lo que le lleva a plantearse si Werner realmente quiere impulsar su carrera o arruinar su vida.